Por Jimena COLUNGA GASCÓN
Dejaste un poco de leche en mis sábanas la última vez que te supe, miles de pedacitos de creación en una mancha. Mancha con rostro, rostro con aroma, aroma con piel, piel obscura y obscuridad de tu cuerpo que ya no está. Recuesto mi mejilla sobre ella por si contiene una caricia guardada, la lamo sólo un poco, no se me vaya a acabar, aspiro fuertemente para no olvidarme jamás de tu lengua, arqueo la espalda por si llegas a abrazarme por detrás. Ese reguero de carne es la última pieza tuya que me queda, encajo las uñas en tu espalda imaginaria apretando sólo los lienzos en este frío y abandonado colchón. Todavía se me escurren un poco los ojos y no se si es por la mancha o por la ausencia del cuerpo o del alma. Me niego a lavarte de entre mis dominios, tal vez si me revuelco lo suficiente en la cama me impregne para siempre de tu voz. Lo único que me queda de ti es la mancha, ya seca y casi extinta, cualquier día de estos desaparece, como el recuerdo, como el silencio, como la tristeza... Pacientemente contemplo tus restos, si no te has muerto un día vendrás otra vez, te espero con la boca abierta, que la mancha no se me vuelva a perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario