(De la serie "Ellos: los mitos de la obscuridad y la ausencia.")
- INT.
HABITACIÓN. DÍA.
La habitación corre con un aire de abandono, de
intempestiva soledad, un aire de despedida. Hay dos camas juntas, sin sábanas,
chuecas en posición perpendicular a la maleta haciendo una poción: patas de
rana, pantalones cortos, plumas de chivo, playeras de fútbol, suspiros de una
virgen madrileña. Odiosa.
La cortina azul sopla riendo furiosa obviando el
verde y caluroso paisaje, en medio de ese aire pesado, casi saboreable.
Raiken finge dormir en una de las camas, vestida,
mirando hacia la ventana con los ojos cerrados, esperando el momento inevitable.
Escucha ruidos en la puerta del apartamento y unos
tenis rechinan en medio de pequeños charquitos de agua, vengo, me voy, vengo,
me voy, vengo, me voy, adiós. Jorge entra a la habitación estilando agua
clorada de la pileta. Raiken duerme.
Jorge se seca, se cambia apurado y decidido. Bota la
toalla al piso y echa al caldero dos botellas de ron, una bolsa de monedas de
todo el mundo y un encendedor nuevo. Raiken duerme y lo escucha.
Jorge toca la pierna de Raiken una vez. Duda. Regresa
la mano y agita la pierna.
JORGE
Ya despierta.
Raiken abre los ojos con falso cansancio. Jorge sigue
calculando sus cosas mientras Raiken trata de incorporarse pesada, pesadamente,
y se sienta en la orilla de la cama encorvada, viendo hacia la cortina y su
risa y el paisaje.
|
Jorge ignora el gesto y regresa a su maleficio de
despedida.
JORGE
Ya me voy.
Raiken se pone de pie mientras gotitas cristalinas le
mojan el cuello de la blusa. Jorge decide ir a abrazarla por compromiso. Raiken
se aferra. Levanta la cabeza y trata de besar a Jorge, pero los labios le
tiemblan y las comisuras jalan hacia atrás sin querer dejando el camino libre a
un par de quejidos dolorosos. Jorge decide que ya es suficiente. La separa de
él. Toma la maleta y la mochila. Antes de salir de la habitación, se voltea por
obligación.
JORGE
Me escribes cuando llegues a tu
casa.
RAIKEN
Tú vas a llegar primero, escribe
tú primero.
Jorge sonríe condescendientemente y sale cerrando la
puerta en un eco eterno.
Raiken se cruza de brazos, se encorva en un respiro
ahogado, lucha con su cuello para levantar la cabeza al cielo, voltea a todos
lados. Regresa con pies llenos de raíces en el suelo a sentarse a la orilla de
la cama. Agacha la cabeza por unos instantes y la levanta. Se exprime los ojos
para no ver todo en aumento. Voltea a la ventana, con el paisaje, con el
viento, con el calor, con la despedida.
Fade
Out… para siempre.
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