martes, 17 de diciembre de 2013

Estamos tan educados para postergar el placer...

... que cuando llega anticipadamente nos echamos para atrás.

De acuerdo al grueso cultural, nosotras las mujeres debemos hacernos "las difíciles", para que a ellos "les cueste trabajo" llegar o llegarnos. En consecuencia, los hombres esperan esa cruzada desde el inicio, como si esto de las emociones fuera un juego de damas chinas donde el objetivo es comer, montar, coronar y eliminar... hasta ganarle al otro.
Justo ayer leí una publicación haciendo referencia al "no llamar si él no me llama". ¿Por qué? ¿Por qué no simplemente se llama si se quiere y si no, no? ¿Cuál es el objeto de hacer algo que no quiero hacer para "obtener otro fin"? ¿No es eso falso, plástico y mentiroso?
Por otra parte, según encuestas a los habitantes de este México que ocupa los primeros lugares en corrupción, el valor personal más apreciado es la "honestidad". ¿Qué sentimiento más honesto que "tengo hambre" o "quiero ir al baño"? A nadie se le ocurriría postergar esos... porque simplemente no vives.
Propondría que lo hiciéramos todo así... pero esa soy yo. "Postergar el placer" también es una práctica relacionada con la disciplina. Supongo que no soy muy disciplinada: simplemente no me puedo resistir al millón de cosas placenteras que la vida nos ofrece en todas sus formas. Lejos de echarme para atrás, siempre hacia adelante, con los brazos abiertos, el pecho descubierto y los ojos cerrados, hacia abajo del acantilado.

6 comentarios:

  1. Cómo el buen Roland Barthes dejo dicho en sus fragmentos del discurso amoroso:

    "Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los afectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza del teatro.
    La espera es un encantamiento: recibí la orden de no moverme. La espera de una llamada telefónica se teje así de interdicciones minúsculas, al infinito, hasta lo inconfesable: me privo de salir de la pieza, de ir al lavabo, de hablar por teléfono incluso; sufro si me telefonean; me enloquece pensar que a tal hora cercana será necesario que yo salga, arriesgándome así a perder el llamado. Todas estas diversiones que me solicitan serían momentos perdidos para la espera, impurezas de la angustia. Puesto que la angustia de la espera, en su pureza, quiere que yo me quede sentado en un sillón al alcance del teléfono, sin hacer nada.
    El ser que espero no es real. El otro viene allí donde yo lo espero, allí donde yo lo he creado ya. Y si no viene lo alucino: la espera es un delirio..."

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    1. "El ser que espero no es real. El otro viene allí donde yo lo espero, allí donde yo lo he creado ya."... y aunque quisiera... nunca se va...

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  2. En efecto, si lo quiero lo hago, y tan tan... ¿será que a veces es cuestión más de indecisión que de juego??

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    1. Es que a lo largo de la vida se repite una y otra vez el mensaje hasta que crecidos... ya ni se sabe cómo ni cuándo pero se está jugando...

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  3. Nomás que en las damas chinas nadie corona a nadie!

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    1. Atch! Aquí nada tiene que ver la precisión! Es a propósito! Jajaja!

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