miércoles, 18 de diciembre de 2013

Entre los muros de la injusta soledad.


Este texto fue hecho para la presentación de la novela "Entre Muros", de Yanín Cortés, a la que fui amable y cariñosamente invitada. Leído por mi propia voz en el Auditorio de la Biblioteca Magna, el viernes 20 de Septiembre de 2013. La invitación final es: a leer.



Creo que la soledad más grande viene de la indefensión absoluta ante fenómenos difícilmente comprensibles y lejos de nuestro control. Debería ser derecho de todo ser humano el sentirse relativamente en control de su entorno más inmediato, de los elementos más próximos alrededor. La soledad es un sentimiento tan íntimo y tan relativo que a priori parece imposible de compartir con otros en la misma medida o en la justa proporción. Cada que viene la soledad a nosotros, somos los más solos del mundo, nuestra soledad es la más grande de todas.
En teoría, la Constitución Política, las normas y códigos, la legislación en general, están diseñados para favorecer un pacto entre los integrantes de un colectivo y perseguir fines comunes en beneficio de todos y de ahí, alcanzar el tan deseable Estado de Derecho en el que lo que se escribe se hace y viceversa. El problema está en el término “pacto”. El pacto de inicio asume la voluntad de ambas partes de cumplir la palabra, a pesar de cualquier incidencia o suceso. De repente parecen tan lejanos esos tiempos en que se hacían acuerdos de palabra, de honor, entre hombres, justos y honrados y la palabra era lo único de valor que cada quien poseía para intercambiar. Parecen tan lejanos y se extrañan, si la palabra volviera a tener ese tan altísimo valor, los pactos se conservarían… como no es así, toda la legislación es nimia, en tanto no existe la voluntad del pacto para llevarlas a cabo, se está a un ¨sí¨o a un ¨no¨ de seguir la norma porque ¨¿quién me va a obligar?”, si no lo haces se te castiga, ¨¿y quién me va a castigar?¨, la autoridad, ¨eso, sólo si me alcanza¨.
La autoridad de un padre con un niño pequeño es tan corta como cuando el niño decide que simplemente no va a ir a misa el domingo. El niño descubrirá entonces el intenso poder de un ¨Ene-O¨ mirando justo en los ojos a su padre o su madre y el padre o madre en cuestión descubrirá con profunda tristeza que después del ¨Ene-O¨, lo único que sigue es la fuerza, los arrastrones, la violencia, los golpes. El control regresa (en apariencia) al padre o madre con el corazón destrozado, pero con la situación asegurada y el niño en misa. La inmensidad de la violencia despoja al individuo del poder, el más importante, sobre sí mismo. Un niño golpeado por un adulto simplemente no puede estar en igualdad de condiciones, entonces, perdiendo así las riendas de su entorno, se va quedando solo. Podría contar con los dedos de mi mano los presentes en esta sala a los que sus padres no les pegaron nunca, a los que sí, o sea, todos nosotros… no es que hayamos salido tan mal, ¿no? Tal vez simplemente estemos un poco más solos de lo normal.
A partir de estos planteamientos, México debe estar habitado por una gran cantidad de gente sola, no sólo vivimos violentamente (unos más, unos menos) en nuestras casas, también nos golpean las escuelas, las instituciones, el gobierno a todos sus niveles, la economía, la ignorancia, las autoridades, y estos mismos, a su vez, también son violentados de muchas maneras a muchos niveles, a pesar de la Constitución, a pesar del pacto y del utópico Estado de Derecho. Así, vivimos permanentemente en la injusticia, pariente tan cercano de la soledad y el abandono. En este contexto se desarrollan los personajes de “Entre Muros”, el aparente y misterioso asesinato de un empresario reconocido da pie a la “búsqueda implacable” de justicia; investigaciones llenas de subjetividades señalan a la hija del muerto, aprehendida y sometida por los cuerpos policiales a la fuerza bruta, mancillada, torturada y ultrajada. Una serie de complicaciones y giros en la trama nos hablan de un impacto masivo en el trágico caso, donde la chica desaparecida llama la atención de movimientos en pro de la paz, el orden, la justicia y los Derechos Humanos articulados con medios de comunicación nacionales e internacionales, evidenciando la escasa humanidad que los procesos judiciales contemplan en este país. Afectos personales y familiares motivan ampliamente el caso del que sabemos desde un inicio, la acusada y ahora víctima, es inocente.
Estamos ante una obra hecha de personajes en soledad. Tanto los buenos como los malos tienen razones paridas por la violencia para actuar como lo hacen. Algunos deciden reproducir el patrón de conducta en otros, como si la venganza fuera universal, como si el mundo entero les debiera algo, mientras otros deciden compensar esta melancolía en forma de bondad y humanidad. Cada personaje tiene su razón de ser como es en esta novela, lo interesante, es que el sentido de justicia se encuentra impreso en todas partes y no exime a ninguno de su responsabilidad en la trama. No están descritos todos y cada uno de ellos desde el principio, hay quienes actúan durante toda la obra de forma implícita y también existen los que simplemente tienen más información que el resto, incluso que nosotros mismos, los lectores. Prácticamente hasta el final siguen apareciendo participantes en la historia que nos permiten sospechar e intuir: como es la vida misma, no somos protagonistas exclusivos de nuestra realidad.
Por momentos, parece la lectura ampliada de una declaratoria de algún caso en la Procuraduría. Las voces de los personajes se transforman gradualmente de netamente emocionales a inferir un proceso más fuerte a un nivel social. Durante la investigación policiaca, Yanin nos hace creer que todo está a punto de resolverse sólo para revelarnos otro giro en espiral descendente, cuando pensamos que no podría ser peor, simplemente lo es. Me remite frecuentemente a “El Garabato”, de Vicente Leñero, donde todo parece algo distinto a lo que es. Hay un ritmo interesante en toda la novela, progresando desde capítulos exclusivamente introspectivos, íntimos de los personajes, hasta escenas altamente pobladas, donde toda una comunidad está involucrada.
Me parece que además de este uso del lenguaje legal, posee gran parte de un lenguaje más propio de un guión cinematográfico, describiendo acciones e imágenes con suficiente claridad como para hacer un guión técnico. Si bien el tono general tiene que ver con mundanidad, urbanidad, sordidez, comprende también metáforas de imágenes y saltos de tiempo oníricos que ayudan a identificarse más con los personajes. Se evidencia en varias partes de la novela, sin embargo, quisiera dar lectura al capítulo número siete, con el que me quedé prendada desde un principio:

VII
Isis, bajo el influjo de la expresión abstracta, divagando entre Mahoning y el río Elba cerca de Dresde, el drama expresionista de Kokoschka, el asesino, es la esperanza para esta mujer, y para su cuento de hadas, Los jóvenes soñadores. Hoy estos cuadros cobran vida en su cabeza. Isis no hacía más que ver a través de un lienzo blanco, con pinceladas negras, un rectángulo, como la ventana metálica de la mazmorra. Su visión nublada no hacía más que confundirla. El comandante inclemente melló su intimidad. Sus ojos marcados miran ahora el mismo mundo con otro enfoque, una nueva mirada inunda sus sentidos, la resistencia al cambio, lo desconocido hasta el momento que intercambió miradas con el miedo, con el dolor, la incertidumbre. La crueldad con la que el encapuchado le propinaba los golpes amplió el panorama de Isis respecto a la conducta humana. No es lo mismo escuchar que suceda, a vivirlo en carne propia, jamás alcanzarás el mismo punto de referencia. Y cuando uno experimenta situaciones extremas, cuerpo y mente sufren cambios que marcan la actitud de uno a diversos grados.
A seis mil kilómetros de profundidad hace frío y para no flotar la mayoría de los seres invertebrados del fondo del mar son gelatinosos. Existe una especie llamada Bulbu, su cuerpo semeja una mantarraya que se desplaza lentamente ondeándose. La vida en el abismo transcurre como en cámara lenta; el alimento es casi inexistente. La fuerza de gravedad lleva a los cuerpos inertes, expirados ya de su empaque a descansar sobre el verdadero fondo del mar, aquel al que un humano al llegar se le recibe como intruso. Se le trata como alimento. En el fono del mar habita un ecosistema asombroso, la vida bulle y se agita. Existen hornos naturales y especies que se desarrollan sin la necesidad de energía solar. Lo que ha puesto en tela de juicio ciertas teorías. Las cumbres rocosas más altas no están en las alturas, sino en los océanos. De ser así, el Everest no es la montaña más alta del mundo, sino la isla de Hawai, en el océano, mar adentro, hacia las profundidades. Hay vestigios hoy de lugares desérticos que por restos de fósiles y excremento de ciertas especies de murciélago, millones de años atrás, permanecían sumergidas en lo que se presume fue una alberca natural extensa, tal es el caso del desierto del Sahara, visto desde el cielo, desde lo alto, las marcas rocosas son las letras tatuadas por el tiempo; la naturaleza habla, escribe, expresa, crea. Artista y arte a la vez. Las grandes mareas suceden cuando el sol y la luna se encuentran sobre el mismo eje. Al colocar generadores en el mar, sería posible transformar la energía marina en electricidad, ambas son renovables. Pero atención, si se trastorna el ecosistema se amenaza el sitio. En los humanos sucede algo similar: la transgresión que vivimos a diario trastorna la mente, uno llega a creer que ha perdido el juicio; existen tantas realidades como seres vivos en el planeta y todas son innegables aunque no todas conocidas y menos aceptadas. Como la realidad de Isis inmersa en sus más recónditos sentimientos. Divagando por la sedación asombrosamente analiza en estado vegetativo su condición humana. Esto que le ha tocado vivir no se lo desea a nadie, lo piensa flotando cual viento. Diseccionada, una parte suya se desprende de su cuerpo tumbado en la camilla. Su déja vu le mostró un panorama preciso del momento. De pronto, como si estuviera mirando una maqueta, apreció el lugar donde se encuentra presa de sus miedos, suspendida en el tiempo que aún sentía largo, lento, cada minuto significaba horas colmadas de incertidumbre. Al mirarse tendida entre sábanas manchadas de sangre suya. Difícil reconocerse con la cara morada, la mascarilla de oxígeno, las sondas y las vendas. Isis volátil apreciaba la escena sintiendo una pena profunda, su estado gaseoso no le permitía derramar lágrimas, aunque no dejó de experimentar la tensión en su garganta.
¨Empiezo a sentirme más fuerte que el mundo entero. ¡En el nombre de Dios, cuando un cuadro no se logra, se lanza al fuego y se comienza otro! Así, las ideas, los pensamientos, los sentimientos. La herencia paterna no cambia nada mi vida formada por la soledad y ascetismo. Soy un roble. El árbol simboliza fortaleza de espíritu¨.
Su mirada inclinada hacia su cuerpo rígido, semeja la expresión de un perro mirando a su  igual. Isis la del cuerpo, abrió los ojos repentinamente; Isis volátil la observa. La Isis rígida le responde con la mirada, también miró otro perro. La Isis volátil a punto de desvanecerse, retomó aire cuando su cuerpo inerte cerró los ojos de nueva cuenta. Entonces aprovechó para pasearse por las instalaciones. Lo que su mirada registró en segundos aprovechados como horas, le bastó para discernir las palabras del encapuchado. Un intenso dolor invadió su pecho, la garganta obstruida por el razonamiento de la pérdida de su padre. Volátil miró su cuerpo que escurría lágrimas saladas resbalando por sus heridas abiertas. Sintió desgarrarse por dentro, igual a cada puñalada que su progenitor recibió. ¨Pero, ¿quién, cuándo, en qué momento, por qué a mi padre? Empiezo a sentirme la más sola en el mundo entero. ¡En el nombre de Dios! ¿Cómo hago para soportar el vacío? ¿Cómo hago para soportar el vacío? ¿Con quién desquito la ira que inyectaron en mi alma? ¿Cuándo dejé de ser humana? ¿Quién soy? ¿O debería cuestionarme qué soy en estos momentos, alma o cuerpo o ninguno? ¿A dónde se fue mi espíritu?”

Conozco a Yanin Lizette Cortés Curiel de toda mi vida. Somos familia. De hecho, es mucho más mi familia que muchos otros miembros de mi familia. La tengo presente desde que tengo uso de razón y por algo, vaya usted a saber qué, siempre me gustó mucho. Siempre sentí mucha afinidad con esa prima mía. Ella no lo sabe y lo digo hoy porque nadie se va a enterar, pero hay muchos pequeños elementos de mi vida que han sido incorporados por ella. Aún estando lejos, aún estando más cerca, aún estando sin comunicación alguna, siempre ha estado ahí. Por lo tanto, todo lo que he dicho y diga de aquí en adelante, está completamente segmentado y es terriblemente tendencioso.
Siendo así, alcanzo a reconocer muchos elementos de historia familiar incorporados en esta obra, lo que la convierte en algo muy personal. Tiene todos los elementos que siempre he asociado con ella: los medios de comunicación, el derecho, la preocupación por el entorno social, los personajes femeninos, entre otros y no me sorprende el género que eligió para hacer de esta su Ópera Prima.
Personalmente, considero a Yanin un ejemplo de transformación y de superación… por tantas cosas…
Invítolos a darse la oportunidad de conocer el trabajo de esta joven autor. Hablar de crímenes, violencia, corrupción, abuso de poder y de autoridad, pareciera ser ahora el pan nuestro de cada día, pero creo que interesa compartir los distintos puntos de vista y distintos enfoques al respecto, las variables, los momentos, las anécdotas, tal vez así, logremos menguar esta amplia soledad y acercarnos más uno con otro.

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